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Oaxaca Mexico

OAXACA

MEXICO

Un religioso franciscano, que por esas coincidencias de la vida se llamaba Francisco, fue quien en el año 1763 salmodió, entre beatífico e irónico, que Dios había puesto en Oaxaca todos los cerros y montañas que le sobraron después de crear el mundo.

Lo cierto es que las palabras de Francisco, el franciscano, tenían, perdón, tienen mucho de verdad, porque los cerros que le sobraron a Dios todavía siguen en tierras oaxaqueñas -históricas, multiétnicas, tradicionales-, configurando un panorama montañoso y abrupto, parecido a un papel estrujado.

Pero lo que no dijo en aquella ocasión Francisco de Ajofrín, ese era el nombre completo del ya citado franciscano, es que además de sus serranías ondulantes, el estado de Oaxaca fue bendecido -¿por Dios?, o ¿la madre naturaleza?- con una kilométrica franja costera, en la que el Pacífico forma bahías y playas excepcionales.

Montañas y playas; sí, la combinación es interesante, pero que ocurre si le agregamos: historia, arqueología, artesanía, mercados populares, también aventura. Ingredientes viajeros en un platillo turístico irresistible, tanto o más que los exquisitos potajes preparados en la región, verdaderas proezas del arte culinario que están entre las más codiciadas y apetitosas de la gastronomía mexicana.

Diverso, variado, sorprendente, son algunos de los adjetivos que podrían definir la milenaria tierra de zapotecas y mixtecos, los grupos humanos dominantes de la zona antes de la llegada de los españoles. Ellos construyeron ciudades fastuosas como Monte Albán y admirables centro ceremoniales como Mitla, claras evidencias de la sapiencia arquitectónica de los mesoamericanos.

En la actualidad, la ciudad de Oaxaca, capital del estado del mismo nombre, es -a decir de muchos- la urbe mexicana con mayor influencia nativa. Amuzgo, cuicatecos, chatitos, chinantecos, ixcatecos, mazatecos, mixtecos, zapotecos y zoques, son algunos de los grupos étnicos enraizados en esta región de clima acogedor (no sofoca ni congela), localizada al sureste mexicano.

Fue fundada en 1529 en las afueras de un pueblo de raíces precolombinas llamado Huaxyacac (“Lugar de Calabazas”). Pero en aquel entonces recibió el nombre de Villa de Antequera de Guaxaca, el cual, quizás por ser demasiado largo, se redujo a Oaxaca.

Con imponentes construcciones coloniales y palpitantes mercados, la capital estatal, localizada a 488 kilómetros de México DF y a una altura de 1,500 msnm, es el punto de partida perfecto para viajar por la historia en los viejos dominios zapotecos, excursionar en risueños pueblos artesanales y aventurarse hacia el placer de las paradisíacas bahías de Puerto Escondido, Puerto Ángel y Huatulco.

La historia y la naturaleza se confunden y abrazan eternamente en Oaxaca. Un estado en el que se respetan las tradiciones, una ciudad india, mestiza e hispana que seduce por su acrisolado espíritu racial y por la evocadora presencia de sus edificios y templos, tan bellos e imponentes que la UNESCO los considera como parte del Patrimonio Cultural e Histórico de la Humanidad.

Y si hace más de dos siglos el franciscano Francisco -perdonen la redundancia- afirmó que Dios colocó en estas tierras todas las montañas que le sobraron en la creación del mundo; hoy, nos atrevemos a decir que el Todopoderoso hizo muy bien al tomar esa decisión. Miles viajeros -creyentes o no- se lo agradecen con todo el corazón.

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