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Xalapa Mexico

XALAPA

VIAJES Y TURISMO

La neblina es como un tenue velo de misterio. O es un delicado tul de romanticismo, una delgada sombra de nostalgia que se entromete en la amplitud de las modernas avenidas, en la reflexiva concentración de un salón de clases, en la quietud de tres lagos urbanos, en el rumorear de un callejón pintoresco, legendario, colonial.

El velo, ¿o debería escribir el tul?, parece desplegarse desde las montañas, cuyas cumbres forman una especie de biorritmo en el horizonte de Xalapa, la capital del estado de Veracruz, la ciudad moderna y veterana, estudiosa e industrial, cercada por enhiestos picos serranos y las honduras de varias barrancas, profundas, escalofriantes, retadoras del vacío.

Misteriosa o romántica. Tal vez un poco de ambas. Pizca de misterio en las truculentas historias que sustentaron el bautismo de los tradicionales callejones de Jesús Te Ampare y El Diamante; pizca de romanticismo en los ambientes del Museo Hacienda El Lencero, que inspiraron a la poetisa chilena Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura en 1945.

¿Hay algo más? Iglesias y casonas coloniales, paseos con lagos artificiales, la primera escuela normal de México; calles y callejones, también jardines y un museo de antropología, sorprendente, espléndido, el segundo en importancia del país, con 29,000 piezas arqueológicas que sintetizan la evolución de los olmecas, totonacas y huaxtecas, las principales culturas prehispánicas del estado de Veracruz.

En sus pasadizos se develan las claves de la historia, los vaivenes milenarios de Xalapa o Xalapan, un vocablo del lenguaje náhualt que se traduce como el Manantial de Arena, un manantial que se llenó de vida con la presencia de los totonacas, chichimecas, toltecas y teochichimecas, pueblos que fueron sometidos por los aztecas en 1457.

Después aparecerían los españoles, con sus caballos, espadas y cruces evangelizadoras. Llegaron en 1521 para imponer sus normas y leyes, destruir los templos indígenas y erigir sobre sus escombros las iglesias de la nueva fe, la católica, la del cielo y el infierno, que tuvo su primera casa en el convento de San Francisco, concluido en 1555.

Xalapa (1,700 msnm) se consolidó y fue creciendo. Ciudad de semblante hispano, lugar de tránsito entre México y Veracruz, próspera y comercial, pintoresca por sus callecitas que parecían trepar por el caprichoso desnivel del terreno. Pero nada es eterno y el vigor de la naciente urbe se transformó en desfallecimiento, cuando se abrieron nuevas rutas para el intercambio de productos.

Renacer, salir del marasmo, romper el olvido. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Era posible? Sí, y ocurrió en 1720, con la organización de la “Feria de Xalapa“, un evento que atrapó la atención de los comerciantes de la Nueva España (México) y marcó el inicio de una nueva etapa de prosperidad. Fue el cimiento que sustentaría su ascensión a capital estatal, 104 años después.

Después vendría lo de la “Atenas Veracruzana”. Esa denominación comenzó a gestarse en 1886, al fundarse la primera Escuela Normal de México. A partir de entonces, se crearían centros de instrucción de elevado nivel, lo que le daría a la ciudad un cariz estudiantil. Hoy, Xalapa es la sede principal de la Universidad Veracruzana, la principal del estado.

Hasta aquí llega la historia, el recuerdo, la remembranza. Mejor salgamos a las calles empinadas para descubrir la Catedral, donde se venera a la Señora de la Inmaculada Concepción, patrona de la ciudad. Al ladito del templo debe visitarse el museo del beato Rafael Guízar y Valencia, el quinto Obispo de Veracruz (1877-1937). El Paseo de los Lagos, un sendero de ensueño con vastísimos jardines y frondosos árboles; la Capilla de las Animas, a la vera del viejo camino que unía Xalapa y Veracruz; el jardín botánico Francisco Javier Clavijero, con más de 700 especies de flora; y el Parque Nacional Cofre del Perote, con montañas, cañones, acantilados y cascadas, son solo algunos puntos de interés en la ciudad y sus alrededores.

Hay que correr el velo o acaso el tul de la niebla para conocer Xalapa -a 302 kilómetros de la Ciudad de México y a 135 de Veracruz-, ciudad colonial y moderna, con sus aulas llenas de conocimiento, sus callecitas encrespadas, su museo pletórico de pasado, sus cumbres que crean biorritmos y sus barrancas profundas. Ah, claro, también su pizca de misterio, sus detalles de romanticismo.

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